Celia II
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Sergio Aguayo / junio 23, 2009.

La Italia de Berlusconi nos recuerda que no somos el único país que padece estos males (el divorcio total entre ética y política). Lógicamente, han surgido propuestas como la de la filósofa española Adela Cortina, quien considera que el radicalismo del siglo XXI consiste en "emprender en todos los ámbitos e instituciones una revolución ética".

Según esta pensadora, los ciudadanos "tienen en sus manos la posibilidad de ser los verdaderos protagonistas de una nueva ética basada en los conceptos de dignidad, felicidad, compromiso y diálogo". La revuelta anulacionista es un esfuerzo por sacudir las conciencias y lograr que quienes gobiernan en nuestro nombre incorporen el bien común en sus consideraciones.

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Galardonado con el Premio Ambiental Goldman 2008 para Norteamérica, (algo así como el Nobel de Ecología)

En la región de la Mixteca, en Oaxaca, México, Jesús León Santos dirige un programa de renovación de tierras y desarrollo económico sin precedentes que se vale de antiguas técnicas agrícolas indígenas para transformar en fértiles tierras de cultivo esta zona árida y sumamente erosionada. Con su organización, el Centro de Desarrollo Integral Campesino de la Mixteca (CEDICAM), una organización ecologista y democrática local dirigida por campesinos, León ha logrado unir a los campesinos de esa zona. En conjunto han sembrado más de un millón de árboles de variedades nativas, construido cientos de kilómetros de zanjas para la retención de agua y protección de los suelos contra la erosión, y adaptado técnicas tradicionales mixtecas para restaurar el ecosistema regional. Sus esfuerzos se han visto recompensados con el reverdecimiento de laderas áridas, acuíferos recargados, y la disminución de los altos índices de emigración al ver las familias campesinas que de hecho pueden ganarse en la vida en casa.

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Para mí la cuestión es concluyente: no hay por quién votar, ni siquiera por el menos malo —¿dónde está?— pues todos los candidatos son parte del mismo problema que prometerán resolver: beneficios para ti. Así que con mi conciencia cívica tranquila y mis obligaciones democráticas intactas votaré el 5 de julio por algunos muertos ilustres, aquellos que sí nos dieron patria, y negaré mi voto a quienes vienen deshaciéndola. Si esa decisión ciudadana, la única que tengo, lleva a otra crisis y debilita la frágil y estrambótica democracia vernácula, si lo aprovechan las agendas ocultas o sirve a los poderes fácticos, no me consideraré responsable pues de cualquier modo, con mi decisión o sin ella, tal cosa iba a pasar.

Fernando Solana - Milenio Diario 19/06/2009.

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Hola perras, para quien le guste leer en la compu, tengo "After Dark" y "El violonchelista de Sarajevo" en archivo pdf. Solo tienen que pedirlo amigas!!!
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Como otras novelas de Haruki Murakami, también “Al sur de la frontera, al oeste del sol” habla sobre el amor, la adolescencia y la renuncia. Hajime, hijo único de una familia de clase media, crece rodeado de niños con hermanos, por lo que su condición le provoca cierto alejamiento. A su clase llega una niña, Shimamoto, hija única también, con la que entabla una buena relación de amistad, pero cuando llega el momento de ir a la universidad, sus caminos se separan y pierden todo contacto. Hajime experimenta los típicos cambios de la adolescencia y mantiene una relación iniciática y frustrante con Izumi, a la que abandona de manera brusca y causándole una seria depresión. Años después, ya casado y con dos hijas, dueño de un local de jazz, reencuentra a Shimamoto y redescubre los deseos y esperanzas de la adolescencia que dejó pasar. Parece decidido a abandonarlo todo para recuperar sus ilusiones perdidas, pero las circunstancias no serán sencillas.
El triángulo amoroso entre Hajime, su mujer y Shimamoto es un recurso conocido para los lectores habituales de Haruki Murakami. La indecisión que sufre el protagonista entre la estabilidad y la vida relativamente feliz que lleva con su mujer, y la excitación con aroma de añoranza que le trae Shimamoto es reflejada con la sutileza característica del autor. Murakami nos ofrece una galería de situaciones tensas, ambiguas y bellas: el lector se hace partícipe de las dudas de Hajime según él mismo las descubre. El final, también típico del escritor, nos aboca a una situación desesperada, trágica incluso, pero dolorosamente real.
Se echa en falta en esta novela cierta variedad de personajes, cierta frescura, puesto que sigue unos patrones habituales del autor japonés que, sin dejar de ser interesantes, comienzan a resultar repetitivos. Tanto en “Tokio blues” como en “Sputnik, mi amor” se ofrecen retratos de jóvenes que sufren procesos de maduración extraños y decisivos en su posterior edad adulta; también se establecen relaciones amorosas que marcan de forma decisiva e indeleble el carácter de los protagonistas (siempre hombres, por cierto); incluso la personalidad inestable de algunos de los personajes femeninos es repetida en estas novelas.
Aunque Murakami es un buen escritor, dotado de una singular habilidad para crear atmósferas perturbadoras y subyugantes, sería de agradecer una mayor variedad temática, un riesgo mayor a la hora de enfocar las tramas, como el que tomó con “Crónica del pájaro que da cuerda al mundo”, sin duda, su mejor novela.
Celia II
“Tokio Blues” también conocida como "Norwegian Wood", fue la novela que lanzó a la fama a Haruki Murakami. Como en otros libros suyos, la historia que cuenta engancha casi desde la primera página. En este caso, un hombre recuerda, al hilo de una vieja canción de los Beatles, su juventud en los años sesenta en Tokio.
Con ciertos acontecimientos sociales de fondo, la trama gira en torno al triángulo que formarán el protagonista, Watanabe, un muchacho desorientado e idealista, Naoko, la novia de su mejor amigo y Midori, una joven desenfadada y resuelta que conoce en la universidad. Las diferencias entre ambas chicas marcan el paso de la inocencia hacia la madurez del joven narrador: Naoko es sensible, frágil, tanto que debe ser ingresada en una clínica de salud mental; Midori, en cambio, es decidida, activa en todos los sentidos. La primera saca a la luz la faceta más inestable de Watanabe, sus inseguridades, sus miedos, sus esperanzas. La segunda le revela la fuerza de las pasiones, del sexo, de la toma de decisiones.
La historia es sencilla, fácil de leer y el libro engancha desde su comienzo. Los personajes son atractivos, repletos de matices y de sombras que obligan al lector a seguir con detenimiento sus vicisitudes. Quizás la segunda mitad del libro, y su final, decepcionan un poco, dada la fuerza que destilan los hechos y los protagonistas, y que queda un tanto disuelta a la postre por un desenlace algo precipitado. En cualquier caso, como en otras novelas de Murakami, su escritura tiene un toque subyugante, mágico, que suscita interés y curiosidad, lo cual, desde luego, no es nada sencillo.
Un buen libro para pasar un buen rato. Ah! y la canción de los Beatles...
Celia II
Milenio Diario - Día con día - 2009-06-18
Héctor Aguilar Camín

En unos dos millones de personas ha calculado Leo Zuckermann, siguiendo encuestas telefónicas de BGC Ulises Beltrán, el número de los ciudadanos que anularán su voto, cruzando la boleta o poniendo el nombre de un candidato no registrado, en las próximas elecciones del 5 de julio. (Excélsior, 16/6709)

Sólo 2 millones, frente a los 29 millones que sí votarán por algún partido, precisa Zuckermann, pero 2 millones que se cuentan, según datos de la misma encuesta, entre la población más informada y educada del país.

Luego de revisar las agendas y propuestas de los grupos anulistas, Zuckermann encuentra que difieren en mucho pero coinciden todos en una reforma puntual: la reelección consecutiva o inmediata de legisladores.

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Celia II
Un método eficaz para restar valor a los conceptos, así como a los términos que los designan, consiste en dividirlos en bueno y malo. Inventamos la envidia “de la buena” para darnos permiso de envidiar. Dice uno que su amor es “del bueno” para que quede claro que es cierto y constructivo, a diferencia de otros que ni amor son. Juran los rebasados por el tiempo que la música nueva es lo bastante mala para ya no ser música. Se ensalza, en suma, la legitimidad de lo propio para anular la validez de lo ajeno. Se recurre al escarnio, si es preciso, para que el adversario termine de entender esa verdad de Perogrullo según la cual una cosa es una cosa y otra cosa es otra. “¡Por favor!”, clama el dueño absoluto de la verdad, y acto seguido suelta la carcajada. Así que si uno insiste en ir en contra de sus dictados y certezas, tendrá que hacerlo en el insoportable papel de hazmerreír. “¡Por favor!” es entonces el eufemismo amable para el “¡No seas imbécil!” que en realidad se expresa.

Jugar o no jugar

Cuando la democracia sirve de cobijo y mascarada a sus acérrimos enemigos, de manera que las opciones en competencia son en esencia antidemocráticas, participar en ella parece un ejercicio de ingenuidad o cinismo. Se siente uno, en resumen, tan imbécil como cuando, de niño, jugaba con tramposos incurables y pretendía ganarles limpiamente. ¿Quién jugaría al futbol aceptando unas reglas disparejas que ceden al contrario una portería más pequeña, o un número mayor de jugadores? Pocos juegos parecen tan aberrantes y contraproducentes como una democracia con las reglas torcidas. Luego de setenta años de jugar en desventaja contra un sistema y unos individuos que jamás han sabido perder, causa vergüenza propia y ajena mirarse limitado por los mismos sujetos, más sus clones, resueltos a ser ellos, y nadie más, quienes dicten las reglas y las interpreten. “Así no juego”, dice uno en esos casos y se retira, cuando menos en nombre del amor propio.

Está visto que el juego democrático que se anuncia para el próximo mes no pasará de ser un vergonzoso despropósito. Educados en la cultura de la farsa, nuestros legisladores —posesivo sin duda bochornoso del que en principio preferiría excluirme— han pergeñado ya una serie de reglas aberrantes que los dejan a ellos y a los suyos por delante de todos, con el favor de un árbitro servil injertado en censor oficioso. Sólo ellos, como administradores del partidato en curso, tienen la atribución de ser votados. Si un ciudadano mexicano pretende ocupar cualquier puesto de elección, debe antes integrarse a una de esas burocracias repugnantes donde para subir es preciso doblarse ante los enemigos declarados de la democracia que juran representar. ¿Cómo evitar así la sensación de que al votar en estas condiciones está uno siendo cómplice de tamaños granujas? ¿Somos acaso idiotas, o es que lo parecemos? ¿Alguien conoce a algún imbécil “de los buenos”?

Xavier Velasco - Milenio Diario - 15/06/2009
Celia II
¡BUENÍSIMO!



La página internacional aquí
Delia Gámez
Hola Perracas

Con motivo de la reunión pasada, se comentó acerca de las conductas delictivas en adolescentes y el tipo de medidas que se toman y las que no, me llamó la atención los comentarios posteriores con respecto a las consecicencias o castigos a seguir, las opiniones eran muy encontradas, lo que me hace pensar que no tenemos paramétros para estos casos, y quizá sea muy dificil seguirlos, porque cada casa pudiera se particular, lo que más se hizó enfasis en cuando se etiqueta a un miño o muchacho por sus conductas y se le deja sólo con el castigo y el aislamiento o reprensión. Sin dejar de lado, lo grave y las consecuencias que puede tener estas conductas en lso jóvenes y que se necita un alto, me quedé pensando mucho en el trabajo tan valiosos y poco conocido que hace pilar y algunos educadores, y que desde hace tiempo he venido escuchando de él, es decir, tomar el adulto conciencia y darse a la tarea de educar a ese niño para ERRADICAR conductas erróneas, no solamente para que deje de hace algo que está mal, sino para que realmente ya no quiera hacerlo, aquí el reto según lo veo yo, es re-educar a lso padres, familia, escuelas, y sociedad en general ya que distamos mucho de eso, y se vio en la plática.
Por otro lado también pensé en la idea de un lugar donde vivir alejado de los peligros, con sus propios reglamentos, y la connotación de que ahí no pasa nada, y si pasa hay la capacidad autonoma de resolverlo, considero que estas comunidades deben de ir mas a fondo de donde están que es lo que quieren y si van a lograrlo con los lementos que tienen, porque donde podrás irte que el exterior no te alcance...
Amigas les mando un gran abrazo a todas y las que no estuvieron también.
DGI
Celia II
Del blog de Jesús Silva Herzog Márquez, más sobre la anulación del voto. Muy interesante su punto de vista! CG.

En una comunidad nacional el voto individual queda disuelto en los inmensos números. Un ciudadano tiene poca esperanza de que su decisión importe y, sin embargo, vota. ¿Por qué lo hace? Algo distinto a la racionalidad utilitaria opera en su cabeza. Quiere provocar algo, sí. Pero, sobre todo, quiere formar parte de algo más grande que sí mismo, quiere insertarse de algún modo en una comunidad. Quiere que su voz se diluya en una voz más grande y quiere sentir la satisfacción de que el sonido colectivo incluya el aporte de su garganta. El mar no cambia de sabor pero la gota de agua encuentra domicilio. El voto es por ello, contribución a una decisión colectiva y, además, símbolo de pertenencia. Para el artefacto democrático, el voto es el mecanismo que lo activa. Pero para el ciudadano, el voto es otra cosa. Se trata, ante todo, de una declaración de pertenencia.

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NOTA: Agregué un link al sitio "Anulo mi voto" en elmenú (las notitas de arriba). Tiene excelente información actualizada, debate, polémica y comentarios de gente que si sabe lo que dice, y que tiene opiniones sensatas a favor y en contra. Si tienen tiempo, no dejen de checarlo, sobre todo los artículos de la columna de arriba a la derecha, debajo de los edificios... provechito!
Celia II

Ramón Alberto Garza
Dossier Índigo-29 de mayo de 2009

Nunca antes el tamaño de los políticos estuvo tan cerca del suelo. Nunca el clamor de “¡Hagamos algo por México!” estuvo más cerca del cielo. Y es que la ciudadanía ya descubrió que no importa por quién se vota. El pastel está repartido... para que todo siga igual

Los mexicanos estamos cansados de la política. La corrupción y la impunidad nos robaron la capacidad de indignación. Ya no creemos en nada. O mejor dicho, ya no sabemos en quién creer.

El cinismo de la clase política ofende. Se acabó el escaso pudor. En la política mexicana el crimen ya no tiene castigo. Incluso es premiado. Pueden robarse partidas secretas, pactar monopolios para sus amigos, traficar nuestros energéticos desde el extranjero, negociar la libertad de delincuentes, sentarse a la mesa con el narcotráfico. Lo que sea. Nadie se dará cuenta. Y si se les descubre, la receta la tienen bien medida. Negarlo todo y aguantar mientras aparece la próxima tormenta. El escándalo de hoy es borrado con el de mañana.

Pasó con Salinas y también con Fox. Con Pemexgate y Amigos de Fox. Con la caída del sistema en el 88 o con el “haiga sido como haiga sido” de 2006. Nadie capturó a los asesinos ni de Posadas ni de Colosio ni de Ruiz Massieu. Tampoco a los victimarios de las muertas de Juárez o a los secuestradores de los cientos de Fernandos Martí o Silvias Vargas, ni a los responsables de los miles de ejecutados por la narcopolítica.

Las botellas de coñac de Mario Marín siguen en las barricas del olvido, los negocios judiciales del Jefe Diego trascienden sexenios y los relojes Bulgari de Marta Sahagún marcan con exactitud que estamos en la hora de la impunidad. Bejarano ya está libre para seguir “ligando” su próximo cargo; Ahumada, el “fajador” de perredistas, es el literario juez supremo y Oscar Nahúm Círigo Vázquez legisla sin haber sido electo por su nombre, sino por su alias de René Arce.

En la política y en los negocios, son los mismos apellidos de hace 30 años los que lucran con una patente que les dio el sistema priísta que no se desmantela. El mismo sistema que secuestró al presidente del cambio y hoy hace lo suyo con el del empleo.

Nunca antes el tamaño de los políticos mexicanos estuvo tan cerca del suelo. Nunca el clamor de “¡Hagamos algo por México!” estuvo más cerca del cielo. Y es que la ciudadanía que ya se dio cuenta de que no importa por quién se vote el 5 de julio, los jefes de los partidos ya tienen decidido quién manejará la agenda nacional. Está garantizada con sus diputados plurinominales, los que ya tienen asegurado su asiento en el Congreso. La mesa está puesta y el pastel está repartido. Para que todo siga igual.

Sobre todo cuando la partidocracia cerró, por ley, el paso a las candidaturas ciudadanas. Toda aspiración tiene que someterse a las siglas que, según las últimas encuestas, la mayoría de los mexicanos no compartimos. Y nos sentimos atrapados.

Por eso hoy, cuando nada se ve claro, aparece un horizonte blanco para México.

Es el movimiento del Voto Blanco, que cada día va tomando más fuerza para expulsar los colores oscuros de la mala política y darle transparencia a una sociedad que exige pesos y balanzas para reconstruirse.

Es un llamado a la esperanza que con distintos liderazgos, en distintas ciudades, comienza a despertar para recuperar los espacios ciudadanos en el quehacer político, que ya exige en México una cirugía mayor.

No lo pierda de vista. El fenómeno del Voto Blanco será la bandera que ondee con más fuerza en las elecciones de julio.
LAS PERRAS DEL MAL
¿Usted sabe quién es su diputado? ¿Sabe cómo votó durante su paso por el Congreso? ¿Sabe cuántas veces viajó al extranjero y adónde? ¿Sabe qué iniciativas legislativas presentó? ¿Sabe cómo ha gastado el dinero público que usted le entregó a través de los impuestos? Es probable que usted no sepa todo eso, y quisiera sugerir por qué: el sistema político-electoral no fue construido para representar a personas como usted o como yo. Fue erigido para asegurar la rotación de élites, pero no para asegurar la representación de ciudadanos. Fue creado para fomentar la competencia entre los partidos, pero no para obligarlos a rendir cuentas. Fue instituido para fomentar la repartición del poder, pero no para garantizar su representatividad.Y quizás por eso ahora hay tantos mexicanos insatisfechos, descontentos, descorazonados, que no saben por quién votar o si lo harán siquiera. Quizás por eso, como lo revela una encuesta reciente realizada por la Secretaría de Gobernación, sólo 4% de la población confía en los partidos y sólo 10% piensa que los legisladores legislan en favor de sus representados. La población mira a los partidos y ve allí una historia de priización, de complicidades, de organizaciones que dijeron enarbolar algo distinto para después actuar igual. Ve a partidos con algunas diferencias en cuanto a lo que ofrecen, pero con demasiadas similitudes en cuanto a cómo se comportan. Ve pluralismo en la oferta política, pero mimetismo en el desempeño gubernamental. Ve a partidos corruptos, partidos que se niegan a rendir cuentas, partidos que se rehúsan a reducir gastos, partidos que hacen promesas para después ignorarlas, partidos que, en lugar de combatir la impunidad, perpetúan sus peores prácticas.Allí está el PRI montado sobre el corporativismo corrupto y vanagloriándose por ello. O el PAN que prometió ser el partido de los ciudadanos pero acabó cortejando a Valdemar Gutiérrez, líder atávico del sindicato del IMSS. O el Partido Verde, única opción “ecologista” del planeta que apoya la pena de muerte mientras se vende al mejor postor y financia la farándula del “Niño Verde”. O el PRD, enlodado aún por el “cochinero” de su elección interna y que no logra remontar las divisiones internas producto de su relación de amor-odio con Andrés Manuel López Obrador. O el PT o Convergencia, saltando de alianza en alianza para ver cómo aterrizan mejor. Otorgándose salarios altos, fiestas fastuosas, aguinaldos amplios, viáticos inmensos, exenciones amplias, cónclaves en las mejores playas. Partidos cerca del botín que se reparten y lejos de la ciudadanía; cerca de los privilegios que quieren preservar y lejos de los incentivos para sacrificarlos. Y ante eso se nos dice que debemos votar por alguno de ellos porque, si no, “afectaríamos la legitimidad de la representación política”, cuando en realidad esa representación sólo existe de manera trunca y parcial. Y se nos dice que el sistema de partidos funciona “razonablemente bien”, cuando en realidad funciona muy bien para la clase política pero muy mal para la ciudadanía. Y se nos dice que el sufragio por alguna de las opciones existentes fomentará el cambio, cuando en realidad sólo preservará el statu quo. Y se nos dice que si anulamos el voto estaríamos desacreditando a las instituciones, cuando en realidad han logrado hacerlo sin nuestra ayuda. Y se nos dice que debemos buscar verdaderos mecanismos de exigencia para demandar que la clase política se comporte de mejor manera, cuando en realidad no existen. Y se nos dice que anular el voto sería una “táctica ineficaz”, pero nadie propone una alternativa mejor para presionar a políticos –por supuesto– satisfechos con su situación. Hoy por hoy, la clase política no tiene un solo incentivo para remodelar un sistema que tanto la beneficia. Quizás los candidatos prometerán hacerlo después de que votemos por ellos y lleguen al poder, pero una vez allí pueden ignorarnos sin costo. No hay reelección pero sí hay trampolín: saltan de la Cámara de Diputados al Senado y de allí a una presidencia municipal y, de allí, de vuelta al Congreso. Una y otra vez, sin haber rendido cuentas jamás. Sin haber regresado a explicar lo que hicieron y por qué. Sin haber sido sometidos al escrutinio de electores con la capacidad de sancionar o premiar. Porque podemos llevar a alguien al poder con nuestro voto, pero no podemos castigarlo si lo ejerce en nuestra contra. Los políticos saben que han logrado erigir un muro infranqueable en torno a su alcázar; tienen una situación inusual y privilegiada que no quieren perder. Algo está mal. Algo no funciona. Algo necesita cambiar y con urgencia. Porque cuando José Woldenberg sugiere votar “por el menos malo” me parece un consejo que coloca la vara de medición a ras del suelo, que obliga a México a seguir conformándose con poco y aspirando a menos. Siento que si voto por cualquier partido –en estas condiciones– contribuiré a avalar un sistema que debe ser cambiado desde afuera, ya que nadie lo va a hacer desde adentro. Siento que si tacho la boleta en favor de cualquier persona –en estas condiciones– acabaré contribuyendo a legitimar un sistema que actúa cotidianamente al margen de la ciudadanía. Siento que si voto incluso por una persona con amplios atributos –en estas condiciones– acabaré premiando a partidos que obstaculizan la profundización democrática en lugar de fomentarla.Por ello tendremos que pensar en acciones que contribuyan a sacudir, a presionar, a protestar, a rechazar, a manifestar la inconformidad, a reconfigurar una democracia altamente disfuncional. Por ello habrá que proponer medidas que combatan la inercia y generen incentivos para mejorar la representación. Ya sea a través del voto anulado o el voto en blanco o el voto condicionado o el voto por Esperanza Marchita o una marcha multitudinaria o un frente común conformado por millones de mexicanos insatisfechos en busca de un catalizador para el cambio. Porque el voto “sin adjetivos” ya ha demostrado ser insuficiente; la competencia entre partidos ha demostrado ser insuficiente; la alternancia entre una opción ideológica u otra ha demostrado ser insuficiente. El problema no son las personas o los partidos; es un sistema político que no asume la representación como punto de partida, como cimiento fundacional. El problema es la inexistencia de mecanismos democráticos como la reelección, las candidaturas ciudadanas, las “acciones colectivas”, la revocación del mandato, entre muchas más. El problema es que los partidos insisten en que nos representan adecuadamente cuando no es así. No podemos seguir fingiendo; ha llegado el momento de reconocer lo que no funciona y componerlo. Porque, como ha escrito José Antonio Crespo, votar por el partido “menos malo” equivale a comprar la fruta menos podrida, en lugar de presionar al vendedor para que –de ahora en adelante– venda fruta fresca. Equivale a decir que México no puede aspirar a más.

YO SÍ ASPIRO A MÁS
MÉXICO SE MERECE MÁS

Graciela
LAS PERRAS DEL MAL
Amigas Perrunas, no se pierdan....que hay invitación en puerta y no es cualquiera, eh?
Ceci nos invita a conocer su nueva casa ubicada en Los Álamos (Las Conchas No. --- es la tercer casa a mano izquierda) y de paso reunirnos a charlar de lo que estemos leyendo. Las esperamos a partir delas 10:00 de la mañana. Lleguen puntuales.

Saludos,

GV

y escriban!!!! qué bárbaras!!!!
Celia II
Celia II
Este documental, realizado con tomas aéreas de 120 locaciones, en 54 países, pretende crear conciencia sobre la responsabilidad que tiene cada persona con el planeta.

Este viernes, Día Mundial del Medio Ambiente, se estrena simultáneamente, en 50 países y en el porta de YouTube el documental "Home", del fotógrafo francés Yann Arthus Bertrand..

Este documental, realizado con tomas aéreas de 120 locaciones, en 54 países, pretende crear conciencia sobre la responsabilidad que tiene cada persona con el planeta.

La premisa del documental es "desde el cielo, se necesitan menos explicaciones", en 200 mil años en la Tierra, la humanidad ha arruinado el balance del planeta establecido durante casi cuatro trillones de años de evolución.

“El precio a pagar es elevado, pero también es demasiado tarde para ser pesimista; la humanidad apenas tienen unos diez años para revertir esta tendencia, percatarse de la extensión del daño hecho a la Tierra y cambiar sus patrones de consumo”, indica la presentación de la película.
Celia II
Sergio Aguayo Quezada / Reforma / 03 - junio - 2009

Si los candidatos no me convencen, anularé mi voto escribiendo en la boleta el nombre de Esperanza Marchita. A esa conclusión llegué después de revisar los hechos y reconocer que me siento un ciudadano agraviado por la clase política.

Tardé un año en reconciliarme con la idea de anular mi voto. El primer paso fue rendirme ante la evidencia: la degradación de los partidos políticos no es anécdota pasajera; están fundidos con las redes de intereses corruptos que nos exprimen y maltratan. Se salvan personas, grupos e instituciones, pero son incapaces de modificar el quebranto ético y la mediocridad.

Para leer la columna completa, pulsar aquí.
Celia II
de Jesús Silva Herzog Marquez / 1 de junio de 2009

En buen lugar, el presidente Calderón ha equiparado la delincuencia organizada con el terrorismo. En Medellín habló del terrorismo mexicano. Comparto el calificativo. El crimen en México tiene, desde hace tiempo, una expresión terrorista: la violencia no se usa exclusivamente para lucrar sino también para intimidar. El arsenal de los delincuentes se emplea no solamente como instrumento sino que se ha vuelto, también, mensaje. En México, dijo el presidente, el crimen lucra con el terror, intimida a la gente, paraliza a las autoridades, carcome los gobiernos. Calderón habló de un circuito criminal que debe romperse. Los delincuentes roban, matan, extorsionan. La vida cotidiana se transforma ante la vulnerabilidad. El miedo paraliza a la ciudadanía. Los gobiernos se sienten débiles frente al poder destructivo de los criminales; las autoridades también sienten miedo. Para romper el circuito terrorista, el presidente de México ofreció su tijera: la valentía.

Esa fue la receta calderonista. Que el mundo aprenda de mi valentía. Como si la estrategia mexicana hubiera tenido éxito, como si estuviéramos en condiciones de dar consejos al mundo, como si la política mexicana hubiera demostrado resultados, el presidente de México se coloca como ejemplo para el mundo. Ofrece una propuesta sorprendente por su superficialidad y, sobre todo, por su voluntarismo. La estrategia del presidente Calderón contra el crimen organizado es la bravura del presidente Calderón. Derrotaremos al crimen organizado porque no le tengo miedo a los criminales. Quien ya se había descrito como el modesto salvador del género humano, ahora se describe como un titán de la osadía, un gobernante férreo que sustituye la estrategia y el proyecto por la audacia. Un intrépido hombre de Estado que transforma el miedo de los ciudadanos en gallardía, ánimo y decisión de gobernante. A juicio del presidente, el valor personal es crucial para romper el circulo criminal: “de ahí la importancia de la determinación, la valentía, el valor de quien está investido por el propio pueblo para gobernar.” Curiosa noción del mandato democrático: el representante popular ha de personificar la valentía. No la razón, no la previsión, no la prudencia: el valor. El voluntarismo de Calderón ha degenerado en valentonismo.

Si el voluntarismo es la confianza en que la voluntad del poder todo lo logra, el valentonismo es fe en el coraje. El valentonismo calderonista no ha demostrado un solo resultado promisorio en la lucha contra la delincuencia organizada. Hablo de resultados promisorios porque entiendo que en esta batalla los resultados no pueden ser inmediatos. Lo que advierto es que, a mitad de su trayecto sexenal, la crisis de seguridad es más grave que nunca; el costo en materia de derechos humanos es altísimo; la profesionalización de los cuerpos de seguridad sigue en espera y ahora la colaboración entre poderes está en entredicho. Pero la nulidad práctica del valentonismo contrasta con su inmenso aporte a la vanidad. El presidente valiente es, sin lugar a dudas, un político popular. De ahí viene el tributo al Valiente en el que descansa la campaña de Acción Nacional. Los dirigentes del PAN nos invitan a votar por un presidente sin resultados pero con valor. Un presidente sin ideas pero con arrojo. “Siga valiente, señor presidente,” le dicen sus admiradores a través de insertos en los periódicos.

La tijera de Calderón no ha cortado el circuito de la impunidad pero amenaza con segar la precaria unidad de la lucha contra el crimen. La personalización de la lucha contra el crimen, su uso como bandera de partido ha destrozado la idea básica de que la restauración del Estado es asunto de todos. El manto de unidad estatal que invocaba el presidente al principio de su gobierno, ha sido trasquilado por la politiquería de campaña. Si la equiparación de nuestra guerra con la guerra contra el terrorismo es válida, Calderón y sus aliados cometen errores imperdonables: han partidizado una lucha que demanda unidad y sobriedad. Con su retórica busheana, el calderonismo amenaza con debilitar la ya frágil coalición que se necesita enfrentar a los criminales. Nos quieren plantar una disyuntiva grotesca: quien no esté con el Presidente Valiente está con los criminales.

La estrategia discursiva del presidente del PAN es execrable. Quien no apoya al valiente, respalda al crimen. La disyuntiva no es solamente un maniqueísmo que ofende. Es una política que dinamita la coincidencia elemental entre todas las fuerzas. La miopía electoral lo ha llevado a poner en riesgo una política de la que depende la sobrevivencia del Estado mismo. Penosa degradación ideológica: un partido que nació para que la lucha política no colgara de la inteligencia mesiánica de José Vasconcelos resulta ahora un partido colgado de la envanecida masculinidad (por decirlo con un eufemismo pudibundo) de Felipe Calderón.