Celia II
¿Cuándo se jodió México y se convirtió en esto que no nos dimos cuenta? ¿Cómo? ¿Fuimos todos responsables, cada quien desde su lugar? ¿Por qué ocurrió? ¿Hasta dónde llegará? Acaso estas preguntas ya no serán necesarias o útiles para sobrevivir en la dimensión desconocida en la que ha entrado el país. Es como el tópico de la mujer del doctor Lot: la memoria emocional ya no sirve para el conocimiento de lo actual, siendo como es lo actual tan dramáticamente cabrón e inesperado.

País de obesos, país de pobres, país desesperado. Las tramposas secretarías de estado desmienten al rector universitario Narro quien denuncia y recuenta los millones de jóvenes inmóviles, marginados de la educación y del trabajo en la patria bicentenaria. Está hirviendo el caldero y parece a punto de ebullición. A saber si esto es bueno o malo, si nos gusta o no nos gusta, o si suceda porque sí, porque no, que sí suceda pero no.

Si quieren saber porque mediante lo femenino, tendrán que leer el artículo aquí. Fernando Solana en Milenio diario de hoy.
Celia II

Edgardo Buscaglia

El balance de la estrategia contra el narcotráfico es negativo porque no están implementando las cuatro áreas de medidas que todo Estado en la historia ha implementado. No se ha prevenido la infiltración del sector privado. Todo grupo criminal trata de infiltrar al sector privado legal y no se ha prevenido eso con una red nacional de investigación patrimonial, en materia civil y penal adecuada.

No se ha implementado un programa de prevención de la infiltración social en las zonas rojas del país, por lo tanto tienes problemas ligados no solamente a pobreza, sino a infraestructura social, salud, adicción, educación, eso se previene.

No se ha prevenido la infiltración a los más altos niveles del sector público donde se hace muy difícil establecer una delineación entre Estado y delincuencia organizada en México, donde no sólo el Estado forma parte de la delincuencia organizada en los niveles más altos del poder; nos preocupa que esto está sucediendo ahora cada vez más a nivel federal. No se ha prevenido tampoco la infiltración de los grupos criminales en el área operativa, inteligencia, coordinación con fiscales, policías y el sistema judicial que no trabaja con efectividad.

Ningún país en la historia ha podido salir o controlar este problema sin implementar estas cuatro ruedas que yo llamo metafóricamente. Lamentablemente el Presidente no tiene capacidad política de implementar estas cuatro ruedas. Ningún gobierno en el planeta puede hacer esto desde un solo partido, desde un solo poder ejecutivo. Este cáncer del narcotráfico ahora no se puede erradicar sin un pacto político enorme entre los partidos que comience a causarles realmente dolor a los actores del sector político, sector privado y demás que han estado trabajando como parte de las organizaciones criminales.

El balance es negativo porque esta infiltración se ha venido expandiendo los últimos tres años y no vemos todavía que haya un horizonte de pacto político para implementar estas medidas que contengan este cáncer que cada vez se está volviendo peor.


Celia II
Celebrando la imprenta, Thomas Carlyle escribió: “La verdadera universidad hoy es una colección de libros.” Después de la imprenta, ¿se justifica todavía la universidad? Lo más que puede hacer un maestro universitario por nosotros es lo mismo que un maestro de primaria: enseñarnos a leer (Los héroes, v). Pero hoy los universitarios no leen. Las universidades tienen otra orientación. Son ante todo vías trepadoras que venden credenciales de saber para subir, acompañadas (como todo producto gancho) de una oferta curricular que redondee el paquete y parezca justificar la credencial. Si se limitaran a vender los mismos cursos sueltos, se les caería el negocio.

Iván Illich propuso prohibir que los solicitantes de empleo fueran discriminados por no tener credenciales (La sociedad desescolarizada). Sería justo, y devaluaría las credenciales a favor de la capacidad real y demostrable. Pero no parece fácil legislarlo frente a los cabildeos de instituciones y sindicatos que defenderían ferozmente el negocio.

No se puede ignorar que la demanda de credenciales deriva de una confusión entre el apetito de saber y el deseo de progreso. El título y el automóvil son símbolos poderosos, casi religiosos, de la cultura del progreso. Por eso, las universidades y el tráfico seguirán empeorando y costando cada vez más. Los lujos masificados resultan más costosos que lujosos.

Por eso hay que resignarse, por ahora, al negocio de los títulos universitarios. Pero no a que el negocio arruine lo principal: el apetito de saber. Hay opciones para evitarlo: Flexibilizar el menú de las canastas. Quitarle presupuesto al campus en favor de la universidad virtual. Favorecer la educación a tiempo parcial durante muchos años, con títulos parciales sobre la marcha. Introducir el aprendizaje serio de un oficio durante la preparatoria y no permitir el ingreso a la educación superior a quien no demuestre su capacidad como carpintero, herrero, electricista, plomero.

Si todos los universitarios fueran capaces de practicar un oficio, su desarrollo intelectual sería mejor. La inteligencia es corporal. La conexión entre la mano y el cerebro fue decisiva para la evolución de la especie. Además, prestigiar los oficios como hobbies que demuestran pericia y perfección, que son muy apreciados y hasta se prestan a concursos tendría consecuencias sociales deseables. Por lo pronto, igualitarias. La habilidad manual, como la práctica de los deportes, no hace distingos sociales. Una persona socialmente importante puede resultar muy poca cosa en el ejercicio corporal.

Otra consecuencia deseable estaría en los costos y el empleo. En los oficios hay más oportunidades de empleo inmediato, incluso por cuenta propia, combinables con las oportunidades de educación superior en universidades virtuales. Estas combinaciones sí son generalizables para toda la población sin costos asfixiantes. ~

Son los párrafos finales de un excelente artículo de Gabriel Zaid en Letras Libres, que pueden leer completo aquí. La intención es provocarlas a reflexionar respecto a nuestros propios "títulos" y "credenciales" y también a comparar nuestra situación personal ante el aprendizaje y el conocimiento con la situación actual que enfrentan nuestros hijos, y con ellos toda una población de jóvenes mexicanos, de los cuales más de 7 millones son NINIS.
Celia II
Enviado por CecyW, con cariño para las Perras.

Celia II

Por justicia. Valdría la pena preguntarse qué derecho puede tener la sociedad, el Estado o el vecino a prohibir que cualquier persona de bien siembre, ya en la maceta o el jardín, las hierbas que prefiera para untárselas, fumárselas o bebérselas como cualquier té.

Por congruencia. Si es legal y socialmente legítimo vender y consumir drogas cuyo abuso es nocivo para la salud, y así se nos advierte en la etiqueta, ¿cómo justificar la satanización de otras que ni de lejos son causa de afecciones tan serias y extendidas como cirrosis y enfisema pulmonar?

Por estrategia. Castigar el quehacer del narcotraficante es elevar el precio de su producto, y en tanto eso premiar su osadía con ganancias geométricas, y al cabo estratosféricas. ¿Es o sólo parece un despropósito perseguir al malandro con medidas que lo hacen más y más rico?

Por lógica. No se puede esperar que la despenalización de las drogas convierta a quien fue narco en persona de bien, pero sí que le corte el flujo ilimitado de efectivo, y con él su infinito poder corruptor. ¿O es quizás un secreto que entre más rico es uno, menos entra en la cárcel?

Por decencia. ¿Merecen los adictos ser tratados como enfermos… o condenados a sobrevivir al purgatorio infame de esas cárceles freelance que son los anexos? ¿Qué porcentaje de ellos podría pagarse unas buenas semanas en Oceánica, Monte Fénix o algún equivalente californiano? ¿Cuántas clínicas de rehabilitación podrían construirse y mantenerse con sólo una porción del dinero invertido en la guerra de nunca acabar?

Por la familia. Si lo que se defiende con la guerra a las drogas es la familia —más la salud, la vida y lo que al señor cura se le ocurra— las decenas de miles de muertos y encarcelados en el empeño demuestran que el remedio es varias veces peor que la enfermedad.

Por conveniencia. Cuarenta años atrás, las compañías tabacaleras empleaban por aval a médicos pagados por decir que el cigarro era inofensivo. Aun si las compañías mariguaneras del futuro no van a dar a mejores manos, quedarán cuando menos sujetas a controles sanitarios, a la vista del público escrutinio y por supuesto a merced del fisco.

Por seguridad. Prohibición y castigo obligan al consumidor a amarchantarse con bandas criminales, y eventualmente mirarse indefenso frente a un poder de intimidación y revancha cuyas leyes son aún más severas y crueles. Habrá quien se le escape a la policía de los buenos, no así a la de los malos.

Por derecho. Amén de la prerrogativa elemental de vivir seguro y en paz, al ciudadano le asiste el derecho a ser alertado e informado en torno a las substancias cuyo consumo el Estado permite, controla y reglamenta. Nada habría más justo y necesario que destinar los ingresos fiscales por la comercialización de las drogas a campañas y acciones preventivas, en lugar de seguir derrochando el dinero de todos en balas, juicios, rejas y sarcófagos.

Por salud. Si las substancias criminalizadas son, en efecto, tan peligrosas como se nos dice, parece cuando menos irresponsable dejar su producción y venta en manos de rufianes, siempre más ocupados en esquivar a perseguidores y enemigos que en cuidar la presunta pureza del producto.

Por la imagen. A ojos adictos, los perjuicios causados por la droga parecen inferiores a sus recompensas. ¿Cómo no va a lucir atractiva la idea de probar una cierta substancia misteriosa en torno a la cual se arman tamañas matazones? Placer prohibido al fin, el de la droga obtiene su sex appeal de todo cuanto la hace condenable.

Por ética. En la guerra a las drogas el ciudadano se parece al inversionista cuyo dinero es invertido en bonos de una empresa condenada a la eterna bancarrota, cuyos competidores, cada día más ricos, además lo intimidan y amenazan. En términos más simples, se diría que estamos pagando protección.

Por sentido común. ¿Cuál es la matemática estrambótica que nos permitiría comprender una guerra a las drogas que mata varios miles de personas al año, allí donde las muertes por sobredosis difícilmente llegan a quinientas?

Por caridad. Es obsceno que a la vista de tanta pobreza extrema y tan escasos medios para superarla, persista allí el magneto de ese negocio inmenso del que cualquiera puede obtener el acceso y ninguno el control. Si al Estado ya se le dificulta el trabajo de hacer crecer las oportunidades reales, tendría cuando menos que cercenar las falsas.

Por decoro. Va a ser muy vergonzoso que de aquí a cincuenta años se nos mire como a una tribu de fanáticos hipócritas y atávicos, habituados a borrar con el codo cuanto habían escrito con la mano.

Xavier Velasco - Milenio Diario - Agosto 9, 2010.

Celia II
Hola perras!

Encontrarán un nuevo "gadget" llamado "Seguidores" en la columna de la derecha de este blog.

Opriman el botón que dice "seguir" para que quienes no se hayan registrado para escribir posts, si puedan seguir puntualmente el blog, escriban comentarios y aparezcan en la lista de abajo. Por supuesto, cualquier otra persona que no sea perra (o sí, pero de otra raza canina) y que quiera seguirnos también será bienvenida, así que inviten a sus amigos a conocernos y dialoguen...
no sean tan flojas!

También quería informarles que tengo "El contador de Historias" (The Hakawati) en versión digital, para quién quiera copia. Saludos.
Celia II

El escritor Rabih Alameddine entreteje en 'El contador de historias' el relato de una saga familiar beirutí.

Érase una vez, antes de la televisión, en Líbano había contadores de historias que recorrían los cafés ofreciendo sus cuentos a cambio de unas pocas monedas. Recibían el musical nombre de hakawati. Pero el progreso se los llevó por delante. Y ahora las telenovelas que emiten sin descanso los canales locales les han hurtado su papel. El escritor libanés Rabih Alameddine (1959) se ha empecinado en mantener viva la memoria de aquellos prodigiosos malabaristas de las palabras que deleitaron a sus ancestros y les ha dedicado su última novela, la cuarta, El contador de historias, que acaba de llegar a nuestras librerías, editada por Lumen y, en catalán, por Rosa dels Vents.

Uno de los personajes estrella del libro es el hakawati que le da título: el abuelo de Osama al-Kharrat, el narrador que guía al lector por la apasionante historia de cinco generaciones de su familia. Rabih Alameddine va entretejiendo la trama novelesca con leyendas extraídas del patrimonio literario universal, que pone en boca de sus personajes. Sus fuentes son diversas en el tiempo y la geografía: la Biblia, el Corán, Homero, Ovidio, Chaucer, Las mil y una noches, los cuentos indios de Panchatranta....

Seguir leyendo el artículo aquí.

Celia II

México da vueltas al nopal, al nopal, al nopal. Nuestra rotación alrededor del cactus es la espiral de una violencia cuya barbarie parece no tener fin. El infierno se ha instalado aquí: está en los teléfonos que trasmiten la amenaza; en los avisos de quienes empuñan la vida ajena como pieza de trueque; en las visitas de la extorsión; en la ostentosa exhibición de la crueldad; en los monstruosos ritos de la muerte. La violencia más inhumana se establece entre nosotros. Ataca a todos, y cobra víctimas por todas partes. Empieza a dominar a un país hueco. Hueco, como el hombre de aserrín de T.S. Eliot, con la cabeza embutida en paja, sin ojos y sin forma. Un país hueco que, a doscientos años de empezar el camino de su independencia, no ha sido capaz de construir Estado ni nación; un país que no ha conseguido orden ni fraternidad.

Los desplantes de la barbarie se han convertido en nuestra rutina. Cada día conocemos un tranco más de su imperio. A diario nos despertamos con el anuncio de un salvajismo que no imaginábamos posible. Los límites se borran cotidianamente. Una fiesta cívica es cimbrada por una bomba; un candidato es asesinado por la mafia; un coche explota en la mitad de una ciudad; se extorsiona a la prensa para imponerle mensajes. ¿Cómo escapar de esa trivialización del salvajismo? ¿Cómo eludir el lugar común que salivamos? Nombrando que nos acecha el infierno. Es cierto que la vida social no puede ser paraíso pero puede ser ocupada por el infierno: ese lugar donde reina el miedo, la soledad y el terror.

Fragmentos del blog de Jesús Silva Herzog Márquez, que intenta explicarse el "México Hueco" releyendo "The Hollow Men" de T. S. Elliot. Este es el artículo completo, y esta una traducción del poema. Además, en el video, Marlon Brando leyendo el poema, mismo que recita en la película "Apocalypse Now" de Francis Ford Coppola. Vale la pena reflexionar y leer poesía a la luz (y a la oscuridad) de nuestra propia realidad. Compartamos este ejercicio amigas.


Celia II

Día con día - Héctor Aguilar Camín

2010-08-04•Milenio Diario
  • Fue una ruptura más del umbral en el camino de los narcos a la guerra no sólo contra las fuerzas de seguridad que los persiguen, sino contra la sociedad toda. México vivió en la última semana su más notoria crisis de secuestro de periodistas. Los secuestradores retuvieron a corresponsales de grandes medios nacionales y por primera vez se voltearon directamente a estos medios a exigir que dieran cierta información a cambio.

En las últimas semanas han matado a un virtual gobernador de Tamaulipas, han detonado un coche bomba en las calles de Ciudad Juárez para vengarse de la policía, han matado inocentes en bares de Torreón para calentar la plaza, y han secuestrado a periodistas de Televisa y MILENIO Tv para exigir a estas cadenas que transmitan ciertos videos.

En defensa de la integridad de los secuestrados, se mantuvieron en secreto los detalles del hecho y de la negociación. El público sólo supo de sus efectos: la suspensión del programa de Denise Maerker, Punto de partida, en su emisión del jueves pasado, y el retiro paralelo de Ciro Gómez Leyva de la conducción de su noticiario diario en MILENIO Televisión.Ambos señalaron que no había garantías, que no podían actuar como si nada estuviera pasando, aunque el público apenas sabía lo que estaba pasando.

Los secuestradores soltaron a un periodista al siguiente día del secuestro. A otro el jueves pasado. Los dos restantes fueron rescatados el sábado, ilesos, en un operativo de la Policía Federal.

Algo fundamental sucedió esa semana en la relación de los medios nacionales con el crimen organizado. Hubo un asalto de éste sobre la información que quieren ver difundida en aquéllos. Hubo una negociación, hubo una respuesta, y habrá una consecuencia: para los medios y para la relación de la sociedad con el crimen organizado.

Supe en lo personal de los difíciles momentos que pasaron los periodistas y los responsables de los medios, de la tensión emocional, profesional, moral que los mantuvo en vilo en estos días. Y de la entereza con que pintaron su raya donde creyeron que debían pintarla. Hemos empezado a saber la historia puntual por la propia Denise, en su columna de El Universal, y por la invitante y tensa versión que Ciro ha empezado a publicar en MILENIO, estos días.

Hay mucho que pensar y aprender de estos hechos. Por lo pronto, como dije a Denise y a Ciro por teléfono, celebro el desenlace del affaire y les hago, a ellos tanto como a los dueños y estrategas de sus empresas, una venia con sombrero.