Leyendo a Reyes, el helenista, Carlos Monsiváis escribe que la inteligencia fabrica ciudades. La suya, como la de sus dos predecesores, ha forjado nuestra aldea. Reyes, buscaba enseñanzas en la antigüedad clásica. Pedía, para las izquierdas, el latín. Para las derechas, también. No aceptaba la condena a lo extranjero y lo remoto: lo mejor está siempre vivo y es nuestro. Paz escudriñó los símbolos de México para darle al país un espejo de mitos poéticos. Quiso encontrar nuestra cara en las metáforas de la memoria. Ambos pretendieron, con la persuasiva seducción de su elogio, moldear el lenguaje y la imaginación de México. No es distinto el propósito de Monsiváis el cronista, el crítico, el activista. El coleccionista no va en busca de lecciones ahí donde brotó la civilización occidental. Tampoco paladea las insinuaciones de la soledad mexicana o los emblemas de la conquista. Nos invita a conocer las carpas, los sonetos, las telenovelas, las fiestas, los chistes, las organizaciones de la gente. México no necesita ser instruido por la filosofía ateniense ni ser inventado por la poesía: merece ser visto. A verlo y a mostrárnoslo, se dedicó Carlos Monsiváis.
Pacho Maturana, colombiano, hombre de vasta experiencia en estas lides, dice que el futbol es un reino mágico donde todo puede ocurrir. El Mundial reciente ha confirmado sus palabras: fue un Mundial insólito.
• Insólitos fueron los 10 estadios donde se jugó, hermosos, inmensos, que costaron un dineral. No se sabe cómo hará Sudáfrica para mantener en actividad esos gigantes de cemento, multimillonario derroche fácil de explicar pero difícil de justificar, en uno de los países más injustos del mundo.
• Insólita fue la pelota de Adidas, enjabonada, medio loca, que huía de las manos y desobedecía a los pies. La tal Jabulani fue impuesta, aunque a los jugadores no les gustaba ni un poquito. Desde su castillo de Zurich, los amos del futbol imponen, no proponen. Tienen costumbre.
• Insólito fue que el campeón y el subcampeón del Mundial anterior volvieron a casa sin abrir las maletas.
En el año 2006, Italia y Francia se habían encontrado en el partido final. Ahora se encontraron en la puerta de salida del aeropuerto. En Italia, se multiplicaron las voces críticas de un futbol jugado para impedir que el rival juegue. En Francia, el desastre provocó una crisis política y encendió las furias racistas, porque habían sido negros casi todos los jugadores que cantaron la Marsellesa en Sudáfrica.
• Insólito fue que una nueva estrella, inesperada, surgiera de la profundidad de los mares y se elevara a lo más alto del firmamento futbolero. Es un pulpo que vive en un acuario de Alemania, desde donde formula sus profecías. Se llamaPaul, pero bien podría llamarsePulpodamus.
Quien atribuye a la crisis sus fracasos y penurias, violenta su propio talento y respeta más a los problemas que a las soluciones. La verdadera crisis es la crisis de la incompetencia. El inconveniente de las personas y los países es la pereza para encontrar las salidas y soluciones. Sin crisis no hay desafíos, sin desafíos la vida es una rutina, una lenta agonía. Sin crisis no hay méritos. Es en la crisis donde aflora lo mejor de cada uno, porque sin crisis todo viento es caricia. Hablar de crisis es promoverla, y callar en la crisis es exaltar el conformismo. En vez de esto, trabajemos duro. Acabemos de una vez con la única crisis amenazadora, que es la tragedia de no querer luchar por superarla.
Pero sea lo que fuere, ha venido imponiéndose en el país una política de la angustia y el miedo que hoy tiene expresiones más obvias y directas por descarnadas, aunque al fin casi iguales, a las que apenas ayer tuvo. Y el drama público de todo ello es que dicha política de la intimidación y el atemorizamiento es ejercida tanto por el crimen organizado como por quienes deberían encargarse precisamente de lo contrario: brindar confianza, garantizar seguridad.
La definición clásica establece que el miedo es una pena anticipada y una agitación presente producida por la perspectiva de un mal futuro que pueda producir muerte o dolor. Los fisiólogos contemporáneos distinguen la angustia del miedo porque la primera ocurre sin un objeto determinado, como una emoción difusa, y en cambio el segundo sucede siempre a partir de algo a lo cual el sujeto se opone, de lo que intenta desembarazarse o inclusive huir. El miedo, paradójicamente, es más tolerable que la angustia porque siendo un objeto nos permite examinar el modo de comportarnos ante él, de fijar la mirada sobre su causa, la cual aparece en el espacio y ante nosotros. La angustia es menos concreta, más abstracta, y obedece a un sentido de ruptura entre el sujeto y el mundo, a la pérdida de la posibilidad de dicha relación. De ahí que sea la aparición de la angustia lo que lleva al miedo, y que éste pueda entenderse y superarse partiendo de aquélla y no al revés.
Y si bien filosóficamente se afirma que la angustia es la emoción propia del ser humano porque le hace percibir su existencia y por lo tanto su condición en el mundo, su ser para la muerte (“Todo comprender es encontrarse, mas el encontrarse es la angustia”: Heidegger), entre nosotros prevalecen acontecimientos y sucesos que conducen a angustias quizá menos fatales pero sin duda más desdichadas, puesto que son rupturas sistemáticas y constantes entre los ciudadanos, los sujetos sociales, y el sentido lógico, admisible o positivo que debiera tener la realidad común. Angustias mexicanas pertinaces que desembocan en el extendido miedo nacional.
Es angustiante (y también encabronante, escandaloso, decepcionador, etcétera) que la Suprema Corte de Justicia se haya rendido a las presiones políticas en el caso de la guardería ABC y exonerara de toda responsabilidad a Molinar, Karam y Bours por la espantosa muerte de decenas de niños. En cualquier otro país un simple juez los hubiera indiciado o ellos habrían decorosa y humanamente renunciado. El miedo mexicano: la justicia máxima es cínicamente venal y los funcionarios absolutamente inmorales. Es angustiante que las campañas políticas sean torneos de frivolidad delictiva y enmierdamiento irreparable y toxicidad mediática mientras el país se va deshaciendo cada día. El miedo mexicano: ¿a quiénes, si todos son iguales, debe elegirse ya no para que compongan el desastre de la República sino para que no lo profundicen todavía más? Es angustiante que ni Salud ni Educación sean capaces de imponer su autoridad y el interés del país ante los fabricantes de comida chatarra que han llevado a nuestros niños y adolescentes al primer lugar mundial de sobrepeso y obesidad. El miedo mexicano: no hay poder formal que se oponga al poder real del dinero, así el futuro del país quede destruido mañana mismo entre refrescos, frituras y publicidad.
La angustia que deriva en temor puede producir una conducta meramente emotiva donde el sujeto responda a su situación con una reacción de fracaso o de desastre. La política del miedo está diseñada para eso: paralizar, decepcionar, aterrar. El coraje, el temple, el ánimo son el único camino, personal y colectivo, que permite salir de la angustia, encarar el miedo y alcanzar una actitud donde la situación particular se subordine a un conjunto mayor: las posibilidades aún no realizadas. ¿Cuáles? Aquellas que suponen la construcción de un país mejor, más justo, más coherente, más solidario, más seguro. Derrotar el miedo puede hacerse desde las acciones individuales, los pequeños actos íntimos que traen consigo la defensa del individuo al defender a la sociedad. Hoy uno de ellos parece central, así sea paradójico y hasta contradictorio: salir a votar el domingo 4 de julio, a pesar de que no haya por quién votar.
Fernando Solana en Milenio Diario. Lunes 5 de julio de 2010.
Con motivo de saludarnos antes de que se vayan de vacaciones, Ceci Vega propone reunirnos este Sábado 03 a las 10.00 a.m. en el Chandeleur, pueden confirmar este medio, saludos y esperamos poder vernos.