Celia II

Perras amigas, les juro que me propuse encontrar un extracto de este ensayo que las motivara a leerlo YA! Pues me costó mucho trabajo, y todavía no acabo de digerirlo, así que elegí el cachito que más me latió (a lo mejor por lo cercano) y se los puse en el blog. De cualquier modo, honestamente creo que vale la pena leerlo todito (no tiene desperdicio) y hasta varias veces, porque tiene mucho que decir esta chica que nos ve desde fuera. ¿Así somos? ustedes que piensan...

Artículo tomado de la revista Letras Libres de junio 2010, que pueden leer completo aquí.

La esquina de la avenida Sinaloa es, a las diez de la noche, un lugar de ruido y confusión donde circulan, en inacabable chirriar de llantas, las Hummer, las Lobo, las Pathfinder y otras camionetas lujosas, muchas nuevas y sin placas. Sus dueños exhiben, además de motores potentes, una grandísima y banal destreza para ejecutar sobre el asfalto todo tipo de suertes. En esta Babel motorizada los corridos del narcotráfico suenan desde las bocinas de costosos estéreos habilitados para el reventón.

Es sábado y quedé de ver al periodista Francisco Cuamea –secretario particular de Manuel J. Clouthier C. y ex subdirector de Noroeste– en un café cerca de donde, se dice, está la casa de un poderoso narcotraficante. Estoy esperando en compañía de dos comunicólogas con quienes vi la función del grupo Delfos Danza, fundado por Claudia Lavista y Víctor Manuel Ruiz, cuando me señalan a dos muchachas de pelo oscuro, largo, muy lacio, y ropa entallada. Bajan ágilmente de una camioneta blanca atravesada a medio camellón, descuelgan una manta con la fotografía de un joven que cumple años, y la doblan al tiempo que el conductor de otra camioneta –negra, lujosa y de rines alzados– se estaciona para saludar obstruyendo la circulación del carril izquierdo. Un convoy de soldados pasa cerca de los vehículos en flagrante violación de tránsito. “¿Tú tienes miedo?”, me pregunta Gloria Cuamea. Niego con la cabeza al notar que no he sentido temor en todo el viaje. “El miedo no existe en Culiacán como se lo imagina la gente. La vida no se detiene”, comenta. “Hay que verlo, las muchachas andan tranquilas de noche.” Sin embargo, a ella le tocó una rafagueada frente a su casa: “Vi como morían dos policías, vi sus estertores.”

“¡Pero si son unos escuincles!”, exclamo ante lo que parece un inofensivo pandemónium adolescente protagonizado por un centenar de vaqueritos antisociales, aunque lleven camisas Ed Hardy o gorras en vez de sombreros, con carros de nuevos ricos adaptados para jugar a los arrancones en los altos. Uno de esos jóvenes rechina llantas durante quince segundos mientras ejecuta una “aguilita”. Varios montan su vehículo en el camellón y beben Buchanan’s. ¿De la marca de este whisky podría proceder el vocablo buchones que designa a la “infantería” del narco? En todo caso, es una palabra de la sierra sinaloense. Me río sin alegría, casi sarcástica. ¿No era esto lo que, al morir Franco, llamaron los españoles “tomar la calle”? Un psicoterapeuta sinaloense lo definió con un anglicismo: “Es conducta aspiracional.”

Magali Tercero, Letras Libres junio 2010. ¡NO SE LO PIERDAN!

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2 Responses
  1. Unknown Says:

    Hola a todas:

    Me da mucho gusto encontrarme este blog. Llegué aquí justamente por el articulo de "Culiacán, un lugar equivocado", sinceramente leí solo una parte, y sentí un conjunto de emociones, entre ellas impotencia y tristeza de como nos ven desde afuera.
    Seguí navegando en este blog y olvidé el coraje que me dio al enterarme de semejante artículo, al darme cuenta que en esta ciudad, no sólo se habla de narcotráfico, y existe un gran número de mujeres interesadas en otros temas y sobre todo en hacer de un Culiacán mejor, educando a sus hijos y trabajando arduamente, creo que es la mejor manera de aportar algo positivo a nuestro entorno.
    Leí algunos otros artículos en este blog que me gustaron mucho, coincido con muchas de sus opiniones.
    Felicidades por su blog. Que orgullo ser también de Culiacán.
    Saludos!


  2. Celia II Says:

    Gracias Ella, es bueno saber que entre tanto ruido alguien más nos escucha.
    En Culiacán hay mucho más corazón del que parece, y yo estoy convencida de que mucha de esa fuerza proviene de los estrógenos y la progesterona. ¡Que vivan las perras!