De pronto, una parte de la sociedad se ha puesto a hablar de Dios y de la Biblia, aire fresco que se agradece si tenemos en cuenta el tenor de otras polémicas, pero nadie ha señalado lo que desde mi punto de vista es esencial en este libro: que el género humano no es de fiar. Sí, los seres racionales, los que levantan edificios, construyen puentes y componen sinfonías, esos mismos que declaran guerras por un territorio, por un capricho, por una bandera o por un Dios nacieron locos y locos siguen viviendo tantos milenios después de Adán y Eva o del Big Bang, que cada uno lo llame como quiera. Sólo a gente sin sentido se le puede atribuir la autoría de las fábulas religiosas que han poblado la tierra y siguen poblándola, porque todas las civilizaciones se han organizado en torno a una divinidad y todas las divinidades se basan en el sacrificio y en la sangre. Si es verdad que en Creta el ritual era arrojarle al minotauro doncellas vírgenes, y que las civilizaciones precolombinas realizaban sacrificios humanos para aplacar la ira de los dioses, como tantos pueblos africanos, el ranking de la exigencia sacrificial lo gana la religión que presenta a su propio Dios ejecutado en una cruz tras haber padecido terribles torturas que hasta le hicieron sudar sangre.
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Pilar del Río / Periodista / Articulo publicado en Diário de Notícias en 29 de Octubre de 2009