México, 2010
A quien corresponda:
Una bala, una vida, un destino, un desatino del tiempo.
Cronologías caleidoscópicas, revueltas, galimatías. Lo superado se reinventa y los años se repiten, espiralmente. Alguien tuvo miedo y se pertrechó. Alguien vio que en ese miedo había cosas que hacer, entonces infundió el terror. De pronto alguien más sembró el odio. Hoy el plomo ha perdido su capacidad alquímica de convertirse en oro. Ha elegido, hemos elegido, la carne como blanco.
Todos somos ahora carne de cañón: el muerto y quien se arrodilla; quien pelea y aquella que pelea por los derechos y busca recuperar a sus hijos desaparecidos; pero aquellos que desaparecen a los hijos, también. Si no paramos, perderán a los suyos. Perderemos todos.
Perderemos a los nuestros. A sus posibles, a nuestros queribles, a sus amables. Los hijos se repiten en el hijo del vecino. En la hija de la casa de junto. La vecina es el ojo que nos mira y nos da vida y da cuenta de quiénes somos en realidad. Sus hijos son el futuro nuestro. Pero no. Hoy la bala no distingue ni sexos, ni edades, ni oficios, ni verdugos, ni violentados. Hoy todos somos daños colaterales de una bala, de un gatillo, de alguien que renunció a ser en amor
correspondido. Hoy somos lo que queda. Va mi resto. Van los restos. Va un país de por medio. Y no sabemos cómo parar al potro.
¿Cómo domamos al miedo? Pregunto.
En tanto los hilos de sangre se multiplican. Cabezas rodando. Cuerpos encontrados en la orilla de un río de sangre. Risas extraviadas en la mujer asesinada que busca a su hija. Incendios que pueblan los sueños de padres que pierden a sus hijos en medio de las llamas. Hombres y mujeres que ven con sus ojos la construcción de ciudades fantasmas. Y la justicia huye como si nos temiera, cuentas pendientes tiene con nosotros y muchos los agravios. Collar eterno la injusticia. Cuentas de cuentas. Cuentas unidas por la desgracia. Y de ahí se desprende el grito. Ya basta. No más sangre.
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Habremos todos de cuidar su eco. No queremos periodistas asesinados. No queremos hermanos que se matan entre sí. No queremos medios de comunicación amafiados que nos venden sueños de calle y candil. No queremos la muerte de defensores de derechos humanos. No queremos, así de simple, más muertos. Habremos entonces de cuidarnos. La voz disidente es necesaria. La nota alta, altisonante, la voz contraria nos hace falta … de ahí se desprende el grito. Ya basta. No más sangre.
Me conmovió como siempre Mardonio y por eso se los comparto. Es un escritor y periodista de origen indígena. Para mi siempre ha sido un poeta. Escuchado en MVS radio con Carmen Aristegui en "Las Plumas de la Serpiente" por Mardonio Carballo. Si quieren leerlo completo aquí.
"La justicia huye como si nos temiera"......que frase más cierta.
"No queremos, así de simple, más muertos..."