Celia II

En febrero de 2005 fui a Guerrero para cubrir una elección de gobernador. Al día siguiente de los comicios abrí las páginas de un diario local y, perdida en un rincón, encontré una notita que me atrajo: “Garrapatas no votó otra vez”.

Garrapatas… Se trataba de un pueblito sumido en la desolación rural, ubicado a un par de horas de Acapulco. Sus 313 habitantes sobrevivían en la miseria y abandono: cuatro de cada diez eran analfabetos (INEGI); nueve de cada diez labraban el campo para no morir de hambre; nueve de cada diez carecían de servicios de salud; ocho de cada diez viviendas tenían piso de tierra; ninguna tenía baño; ninguna agua; cuatro de cada diez usaban desechos y cartón como techo; en ocho de cada diez se usaba leña para cocinar. El grado de marginación era “muy alto” (Conapo)…

En la sábana electoral del IFE, que encontré pegada en un muro a la entrada del pueblo, leí: “PRI: 0 votos. PRD: 0 votos. PAN: 0 votos”. Por tercera vez consecutiva desde 2003, los garrapatenses habían decidido no votar. Los campesinos, con centellantes miradas de dignidad, me explicaron: “Desde siempre estamos olvidados de los gobiernos. Hasta nunca vamos a votar”. Regresé en 2006, luego de la elección presidencial, y hallé lo mismo: “Andrés Manuel López Obrador: 0 votos. Felipe Calderón: 0 votos. Roberto Madrazo: 0 votos”.

—Ya van cuatro elecciones que no votan… —me dirigí a los hombres y mujeres de huaraches y ropas roídas, padres, madres, y abuelos de niños semidesnudos con vientres abultados.

—¡Ni votaremos! Los políticos ya ni siquiera vienen a engañarnos en las campañas…

Era como si Ensayo de la lucidez (que curiosamente yo leía en ese tiempo), la estupenda novela de José Saramago en la cual los habitantes de una capital ficticia votan mayoritariamente en blanco y trastornan al régimen político, empezara a germinar en México. Y de alguna manera, así era, así es: no sé si Garrapatas era saramaguiano o Saramago estaba garrapatizado, pero en México quienes no votan y quienes votan en blanco en cada elección (por las razones que sean: hartazgo, indiferencia) desprecian al sistema político, y son mayoría en este país. Son mayoría con relación a los sufragios que consigue cualquier partido ganador en la elección que usted elija, y en general también son mayoría con relación a quienes sí sufragan.

No votar, o mejor, votar en blanco, es un lúcido acto saramaguiano y garrapatense de rechazo hacia esta generación de políticos mediocres, corruptos, cínicos, y egoístas (hay excepciones, por ejemplo policiales y militares) que gobiernan ineficazmente nuestros municipios, estados y país…

Doble Fondo -

Juan P. Becerra-Acosta - Milenio Diario 21/06/2010

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