Celia II

Me llamó la atención la frase del Dr. Mathes en una cátedra magistral que nos impartía en la facultad, al decir el “tiempo que me queda” y así, siguió haciendo referencia al tiempo en su discurso, medido respecto a su propia vida, su propio parámetro. A todos los historiadores, -me incluyo y esto es un atrevimiento, pues sólo soy una historiadora en ciernes- nos preocupa el tiempo, si no entonces ¿por qué incursionar en este apasionante viaje que es la historia?, apasionante porque para ella el tiempo no es una limitante, al contrario, la historia permite al viajero recorrer los caminos del tiempo en una y otra dirección, en todas las direcciones. Bueno, la historia no tiene límites pero el historiador sí. El límite es nuestra propia vida. De ahí puede surgir la angustia, la ansiedad, el deseo inefable de querer asirse al tiempo.

Recuerdo cuando vivía la “primera mitad” de mi vida, cuando creía que el tiempo era todo mío, cuando me urgía que todo pasara de prisa, para llegar a mi siguiente estación, a mi siguiente puerto; había tanto que recorrer; había tanto que conocer. Ahora me parece que el tiempo se escurre entre mis dedos como arena –en el mejor de los casos- o como agua de mar fresca y juguetona pero imposible de capturar, imposible de retener…. Creo que así se va el tiempo en la “segunda mitad de la vida”. Por eso hay que escoger bien nuestros horizontes, calcular el tiempo de nuestras estadías y saber disfrutar de esas nuestras elecciones, pues sin ese gusto, ¿cuál sería la razón de nuestro viaje? Afortunados somos de haberlo emprendido, disfrutémoslo pues.

Cecilia Peraza.

1 Response
  1. Anónimo Says:

    gracias Celia por la bella ilustración; me encantan estas obras de Dalí; precisamente vienen a mi mente a cad rato cuando el tiempo se convierte en angustia para mí.