Celia II

Basho, poeta budista, advertía contra el uso de adjetivos de magnitud porque, siendo inexactos, conducen a la infelicidad. En tal precaución lingüística puede verse la voluntad operativa de esta ciencia del espíritu que se define como el camino del justo medio, ese equilibrio cognitivo, psicológico y ético indispensable para apartar los velos de la ilusión materialista y encontrar el sentido de lo real, más allá de revelaciones metafísicas o de dogmas devocionales, de mesías escatológicos o de intermediarios sacerdotales, de morales teístas y autoritarias, de decálogos flamígeros absortos en la persecución de pecados y herejías.

Sin embargo, este libro resulta —a pesar del adjetivo de magnitud— extraordinario, no solamente por su claridad expositiva, por su correcto y accesible lenguaje; no solamente, además, debido a la temática que aborda: el muy noble, verificable y empírico budismo, sino quizá sobre todo porque representa una nueva y hasta inédita —así sea totalmente canónica— interpretación vivencial de ese pensamiento, sucedida culturalmente entre nosotros y efectuada por una persona episódica que proviene de nuestra misma mentalidad —relativa y efímera, sin duda, pues la mentalidad es un fenómeno compuesto, pero desde la cual conoceremos o no una doctrina que podría curar nuestra ignorancia sobre la verdadera naturaleza de lo existente y aligerar nuestra agobiante carga histórica y existencial.

Es posible, pues, que este singular libro de Miguel Ángel Romero provoque en sus lectores un vital sentimiento de urgencia para dar un primer paso hacia la salvación del sujeto histórico posmoderno: la atención. Decía Nietzsche, alumno renegado del filósofo budista contemporáneo extraviado en Occidente, Schopenhauer, que sólo se necesita un pequeño grupo dispuesto a reconstruir el mundo o a derribarlo. Son aquellos que despiertan del sueño colectivo y se disponen a transformar su circunstancia interior. Son quienes antes que cambiar el mundo optan por cambiar su manera de pensar en el mundo. A fin de cuentas eso es lo que enseña el budismo: que somos lo que pensamos, que todo lo que somos surge con nuestros pensamientos y que con ellos construimos lo que llamamos realidad.

Se trata del libro Dejando atrás el sufrimiento. Enseñanzas de los discursos del Buda (Editorial Pax México, 2009), escrito por Miguel A. Romero ---quien antes fue el bhikku (monje) Thitapuñño, adscrito a la tradición budista Theravada, la escuela más antigua del budismo histórico--- y compuesto en mexicano, por hacer referencia a un elemento no del todo secundario para subrayar la valoración de su singular importancia entre nosotros.

La única llave maestra que abrirá la cerradura de nuestro implacable desasosiego es la atención. Leer a Miguel Ángel Romero puede ser el comienzo de tal estrategia: la liberación.

A mí siempre me ha llamado mucho la atención la espiritualidad budista. Tiene muchas de las características que admiro de una religión y muy pocas de las que me aterrorizan, así que me parece una buena oportunidad de conocer un poco más a través de estos ensayos.

Libro recomendado por mi consentidísimo Fernando Solana en su artículo de Milenio de hoy. Pueden leerlo completo aquí o buscarlo en uno de nuestros blogs que seguimos en la columna de la derecha.

2 Responses
  1. Cecy W Says:

    Querida Celia me encantó... quedé fascinada con la parte "los que despiertan del sueño colectivo" y es verdad, vivimos en un sueño colectivo del cual me encantaría despertar...


  2. Cecy Vega Says:

    Como buena perra mística, al igual que mi tocaya Cecy W, me encantaría leerlo, estos temas siempre me han interesado.