Celia II

Caminar como expresión de una determinación moral y material, de la firmeza de un objetivo: no dejar pasar más la raya de la “frontera moral” nacional en lo inhumano y violento, caminar como sinónimo de un hartazgo y dolor ya insoportable ante una guerra civil (Montemayor dixit) que nunca aprobamos, precisamente, la sociedad civil.

La acción consiste en una marcha-caminata de cuatro días (5 al 8 de mayo) al corazón de la nación mexicana, al centro de sus poderes, al zócalo-Tenochtitlan. Largas y muy simbólicas caminatas ha habido muchas: la de la sal de Gandhi, la de los comunistas en China, la del millón de Luther King, la de César Chávez a Sacramento, la de la Minga colombiana, la de la Dignidad del Dr. Nava, la del Color de la Tierra de los zapatistas… Pero no se trata sólo de una marcha de Cuernavaca al DF, sino marchas y acciones paralelas noviolentas en muchas ciudades del país y el mundo, que ayuden a crear una gran presión social. Esta movilización es importante para crear un estado de agitación y reflexión colectiva continua durante esos días en todos los rincones del país, que, como bola de nieve social, vaya ampliando una gran columna de la protesta y propuesta nacional que avance desde Cuernavaca, y otros cientos de puntos de nuestro territorio, como una marea de la dignidad y la firmeza de la sociedad civil nacional bajo el lema de “Estamos hasta la madre. ¡Alto a la guerra! Por un México justo y en paz”.

En cada uno de los días de la marcha se irá corriendo la voz en los rincones del país: “Ahí va la ‘bola’ hacia el DF”, similar expectativa a la que sucedió en la marcha gandhiana de la sal, en la medida que avanzaban los días y la gente decía ya están cerca, qué pasó hoy…Será un levantamiento nacional de la indignación moral. Así, a partir del asesinato de Juan Francisco y sus amigos, la sociedad civil está pasando del terreno de la solidaridad al de la lucha, pues los cuerpos están en una situación distinta, ya que todos hemos podido visualizar más de cerca nuestra porpia vulnerabilidad. Se “tocó” a la clase media, y entonces la gran determinación de ese cuerpo agredido hizo que ésta y los demás sectores salieran masivamente a la calle, sobre un piso de gran hartazgo social. La muerte de estos jóvenes significó la acumulación de las 40 mil muertes que permanecían en el silencio, la amenaza, la vergüenza y el terror. Esta convocatoria significó la ruptura de ese terror y la posibilidad de que el dolor social se hiciera acción colectiva.

Javier Sicilia ha insistido también en que sea una marcha-caminata de silencio. El silencio es un arma moral y noviolenta que habla, no es el “silencio de los sepulcros” sino el grito de indignación de los vivos que luchan para que no haya más sepulcros inútiles. No se trata de un silencio pasmado, aterrado, sino activo de lucha. Es un silencio incluyente que une, que ayuda a escuchar y organizarnos, a tomar conciencia de la catástrofe o emergencia nacional en que nos hallamos, una señal de luto por el piso de sangre de 40 mil muertos sobre el que todos caminamos en México. Un ejemplo reciente en nuestra historia de un silencio combativo y esperanzador es el de las comunidades indígenas autónomas chiapanecas desde el 2003.

A este silencio va unida otra idea central: la búsqueda de la verdad. Gandhi llamaba a la noviolencia justamente “la fuerza de la verdad” y eso es lo que gran parte de la sociedad mexicana está buscando: saber la verdad. ¿Por qué hay 40 mil muertos, 10 mil huérfanos y 250 mil desplazados sólo en Juárez, miles de desaparecidos y el gobierno habla de paz? ¿quiénes son los asesinos de los 4 jóvenes de Cuernavaca, de los 6 miembros de la familia Reyes, de Marisela Escobedo y Susana Chávez, de los 16 jóvenes de Salvárcar, de Beti Cariño y Jiri, de los 48 niños de ABC? ¿por qué se destinan 6 veces más fondos a la guerra que al combate a la pobreza si hay 8 millones de jóvenes que no pueden estudiar ni trabajar? ¿por qué no se ha enfrentado seriamente el lavado de dinero y la autonomía del poder judicial?

Por otro lado, en la historia siempre las masas han tenido la capacidad de identificar símbolos, objetivos claros y sencillos, posibles de alcanzar en parte en un tiempo cercano. Dos símbolos clásicos de grandes marchas han sido la sal en la India (marzo 1930) y la tierra en la zapatista (2001). En estos momentos el símbolo es otro: los muertos y desaparecidos. Iremos a la marcha con los nombres de los muertos y desaparecidos de cada estado, con sus fotos, para “visibilizarlos”. Por eso, marcharemos juntos, vivos y ‘muertos’, para exigir paz, verdad con justicia y dignidad.

Extracto tomado de la "Red por la Paz y la Justicia", cuyo enlace aparece también en las etiquetas de arriba de nuestro blog. Pueden leerlo completo aquí.

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