Celia II
Marchamos por la indignación, por la rabia, por le miedo, por la sensación de desamparo. Marchamos ayer por la paz y con un grito de viudas, de madres y padres que perdieron a sus hijos e hijas. Marchamos para entender o intentar comprender lo incomprensible, caminamos contra la muerte y sus sicarios, contra la traición del Estado y sus secuaces, contra la indiferencia social y la pobreza. Marchamos para volver a sentir el país en nuestras manos, para creer que tenemos remedio, más allá del remedio político, el de la unión y la solidaridad por una misma causa. Pero también hay quien marcha para mañana volver a su silencio, a su abulia, a su victimización perenne, a culpar a los otros de sus males.

Pocas cosas generan tanta energía colectiva como las marchas. Estuvimos, codo a codo, cada cual cargando sus sueños y esperanzas, compartiendo silencios y consignas por la paz y tenemos la certeza de que al menos la soledad no tiene cabida entre estos miles de hombres, mujeres, adolescentes, niñas y niños. Parecemos, por unas horas acaso, un país cohesionado por una misión colectiva. Eso lo sabremos al volver a casa, mañana y la semana que viene, y en dos meses, cuando nuestras acciones cotidianas demuestren si lo que exigimos hacia fuera, es lo mismo que somos capaces de exigir hacia dentro, en el hogar y en nuestro hacer diario, si pagaremos el costo de la congruencia.

Lo que sabremos, luego de la emoción de la marcha, es si estamos tan obsesionados como lo está Calderón, si creemos que hay soluciones fáciles y rápidas para problemas ancestrales. Si nos autoengañamos, como el presidente, diciendo en silencio que si atrapan al Chapo y a Lazcano la guerra terminará y los criminales quedarán abatidos y entenderán quién manda.
Nada cambiará si no entendemos que somos un país en que permea el egoísmo, uno de los menos comprometidos con sus propias comunidades. Un país de mártires que vive aterrado del disenso; un país chismoso que vive temeroso del conflicto, tal vez porque nadie nos enseñó a negociar esos conflictos ni nos mostró que la democracia no está en el Congreso y las urnas, sino en las calles y los hogares, y que se fortalece cuando los grupos diferentes son capaces de informarse, debatir, disentir y seguir conviviendo con acuerdos pacíficos.

Mientras millones se quejan del hacer de otros y otras, las ONG que rescatan a infantes, a huérfanos de la guerra, se quedan sin recursos porque muy poca gente ha comprendido que allí está el cambio de fondo. Mientras las sobremesas del país se abocan a un quejumbroso discurso contra los políticos que nada hacen por los millones de adolescentes adictos a las drogas, sólo uno de cada 10 mil mexicanos dona algo para organizaciones expertas en adicciones. Nunca como ahora los grupos de Alcohólicos Anónimos, sin fines de lucro, tuvieron tanta demanda de ayuda y tan pocos apoyos para pagar renta, luz y agua. Nunca como ahora los refugios para mujeres y menores maltratados vivieron tantos problemas económicos y falta de solidaridad comunitaria. Sólo ahora que hay crisis nacional por la violencia evidente, ha quedado claro lo poco hábiles que somos para hacer un trabajo comunitario que no se convierta en sacrificio heroico.

Sabemos que el Estado ha fallado. Que esta guerra es el cáncer que develó otras enfermedades ancestrales en el cuerpo de esta patria dolida. Cada vez hay más gente de clase media alta armada, dispuesta a asesinar a su enemigo, en lugar de comprometerse a participar en acciones colectivas, formar parte de consejos ciudadanos supervisores de los cuerpos policiacos. Cada vez hay más que aseguran que no votarán porque los partidos políticos son una basura, pero a cambio de su voto nulo no dona dos horas a la semana para una organización comunitaria que rescate adolescentes en situación de riesgo. La excusa del miedo es una útil coartada para esta complicidad pasiva que ha regado tanta sangre, tantos muertos, tanta ira. Mañana sabremos si la marcha es útil para construir futuro.

Lydia Cacho en El Universal del lunes 9 de mayo, por sugerencia de CecyP.
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1 Response
  1. Queridas Perrunas:

    Me gustó mucho el artículo de Lydia Cacho, me parece preciso al describir el sentir nacional y atinado en cuanto a las propuestas. De este texto me quedo con 2 cosas:
    1.-La necesidad de ser congruentes en el decir y el actuar. Vivir y demostrar que nuestra forma de pensar la hacemos manifiesta con nuestras acciones, con la educación que brindamos a nuestros hijos con el trato que damos a quienes nos rodean (conocidos y desconocidos).
    2.- DAR, dar nuestro tiempo y recur$o$ en la medida de lo posible para apoyar y fortalecer programas de ayuda a la comunidad. tenemos la obligación de participar e involucrarnos en programas de ayuda social chicas!!!
    Gracias Cecy por sugerir el artículo. MUCHO que platicar Perracas