Celia II
Ahora que me la paso pensando en mi como madre y en mi hijo intentando volar solo, me encontré este pequeño artículo que me conmovió profundamente y del que quiero compartir un fragmento. Menciona los casos de 2 grandes escritores cuyos hijos marcaron sus vidas de muy diferentes maneras.
Algunas de nosotras somos madres de hijos "casi" adultos, otras de hijos pequeños o adolescentes, pero todas compartimos sentimientos encontrados respecto a la forma de acercarnos a ellos. Ustedes ¿qué piensan?

Me parece exactísimo: la cuestión no radica en ejercer la autoridad sobre un niño –esto sabe hacerlo hasta un imbécil–, sino en ejercerla después de identificarnos imaginativamente con él, de meternos en su cabeza y en su piel, de ver el mundo como él lo ve, y de hacerlo todo ello en función de sus necesidades y no de las nuestras; esa es sin duda una operación difícil, pero también una forma de que la paternidad se parezca un poco a lo que era para Kafka, que nunca tuvo un hijo: “Lo máximo a que, a mi parecer, puede aspirar una persona”.

No todo el mundo tiene esa capacidad de empatía, sin embargo, o no todo el mundo está dispuesto a realizar ese esfuerzo. En 1966 el dramaturgo Arthur Miller tuvo un hijo con síndrome de Down; recién cumplidos los 51 años, Miller juzgó que aquel hijo, de nombre Daniel, desbarataba su proyecto vital, y a los cuatro días de su nacimiento lo ingresó en un orfanato, lo borró de su vida y no volvió a verlo hasta que 29 años más tarde, al terminar un acto público en el que él acababa de hablar en defensa de un discapacitado mental acusado de asesinato, su hijo abandonado subió al escenario, le dijo quién era y lo abrazó.

La historia de Miller es conocida; no menos conocida es una historia opuesta. Tres años antes de que naciera el hijo deficiente de Miller, nacía el hijo deficiente del novelista Kenzaburo Oé; se llamaba Hiraki y era hidrocefálico y autista, y los médicos aconsejaron al padre dejarlo morir. Por entonces Oé acababa de cumplir 28 años y tenía una vida y una carrera literaria prometedoras por delante, pero no aceptó la sentencia de los médicos, y, tras una operación, su hijo siguió viviendo. A partir de aquel momento Oé dedicó exclusivamente su vida a cuidar a su hijo, y sus obras a tratar de entenderlo (y a tratar de entenderse a sí mismo a través de su hijo); a este doble empeño se debe quizá que Hiraki Oé sea ahora mismo un reconocido compositor musical y se debe sin duda que Kenzaburo Oé sea uno de los grandes narradores vivos, porque muchos de sus libros –entre ellos obras maestras como Una cuestión personal o como Dinos cómo sobrevivir a nuestra locura– constituyen un salvaje esfuerzo moral por asumir su responsabilidad en el destino de su hijo y un esfuerzo imaginativo asombrosamente logrado por ponerse en la piel de su hijo.

Si quieren leerlo completo, vayan aquí.

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11 Responses
  1. Delia Gámez Says:

    Hola Perracas
    A mí me ancanta Savater,pero creo que si hay ética sin empatia.
    Fíjate Celia que los que tenemos mas de un hijo sabemos que nos relacionamos diferente con cada uno de ellos, y a veces somos juzgados por ello, incluso uno mismo como madre lopiensa porque es de una manera con uno y con otro no, y creéme no es favoritismo ni más amor, sólo la naturaleza de la relación es diferente.
    Ami también me parecio excelente el artículo como para que puedas analizarte, sinq ue estés en este caso. Les cuento que hace timepo leí el Libro "El Jardín de Niños es Tarde" y trata de la historia veridica del creador de la sony, después de la guerra y japón destruido, se une a 25 empresarios mas par ala recosntrucción económica del país, él tuvo 5 hijos, uno de ellos con síndrome y lo adoró, lcuho tanto por él, lollevo por todo el mundo y también estudio música, aprendio mcuhísimo acerca de los niños en general y el mensaje final es ponerte en los zapatos del niño, como dice el artículo meterte en la piel, pues aunque el niño nunca mejoró, ayudo a muchos más y el amó a ese hijo por encima de todo, hoy en día la sony tiene un programa especial para estos niños, y la historia de comprensión es maravillosa, que a veces es lo que mas nos falta.
    Qusiera que te sintieras acompañada por nosotras tus amigas, que aunque no es lo mismo, al menos compartir el como te sientes nos lleva a la empatía contigo y el proceso que estás viviendo, recibe un abrazo,


  2. Cecy W Says:

    Admiro a estas personas que son capaces de transformar el dolor, la impotencia y el sufrimiento en algo positivo, en una motivación para irrumpir en campos ignorados,abrir caminos para otros y dar una oportunidad a todas aquellas personas que han nacido con alguna dishabilidad. Hacer de ello una inspiración y no sumergirlas en el olvido sin al menos dar la lucha. Ojalá pueda yo también meterme en la piel de mi niño y logre entenderlo. Quizás quiera enseñarlo pero en realidad el me enseña más de mi misma que ninguna otra persona que yo he conocido. Me enseña mi lado oscuro y como lidiar con él, me reta constantemente y me pone límites para que luego los tenga que romper...

    Me encantan estas reseñas de "El País", muchas gracias Celia por darme a conocer un nuevo nombre: Kenzaburo Oé, que hasta hoy no había oído. sin duda su obra debe ser interesantísima para todos aquellos que nos ha tocado este camino. Ser padres de estos niños que se convierten en nuestros maestros.


  3. Delia Gámez Says:

    Hola Ceci
    Fíjate que creo que has de meterte en la piel de cada niño, de cada hijo,sin importar las características de éste, a mi hija me ha llevado a búsquedas y reflexiones insopechadas antes por mí, me ha llevado a una búsqueda y un anhelo por ser mejor, porque ser madre de ella no me ha sido fácil...y yo creía que con amarla bastaba, apenas es el principio. Por eso creo que los niños especiales empiezas por aceptarlos y amarlos como decía el artículo, la empatía y meterte en la piel, saludos amigas...seguimos


  4. Celia II Says:

    Amarlos no basta, pero sin duda es lo más importante. Es la semilla de la que brota todo lo demás.


  5. Graciela VC Says:

    Me dejan sin palabras sus comentarios amigas...
    No se crean yo también paso por momentos difíciles con mis hijas, y a veces me siento extraña porque pareciera que a todo mundo le va muy bien... "son una monada", "mis hijos son todos maravillosos", "se portan increible","son listísimos", "a mi no me contestan", etc. etc. y adoro a mis hijas, las admiro en muchos aspectos pero me cuesta aceptar otros que no logro comprender... quizás son tonterías, pero en estos tiempos que se les dan tantas cosas o facilidades materiales qué difícil es inculcar la gratitud, la empatía (precisamente), la amabilidad, la cooperación, la paciencia. Mis hijas han sido todo un reto para mí en el sentido de que también me obligan a encarar cuestiones que no pensé tener que lidiar y me retan constantemente a ser mejor.
    Un abrazo a todas!!!


  6. Delia Gámez Says:

    hay Gtaciela asi hubiera querido decirlo yo pero creo que lo dije muy enredado hasta para mi, lo que si me identifico mucho con las palabras que dices y el cómo me siento, saludos...


  7. Anónimo Says:

    Me encantó la referencia de los artículos y la recomendación de ese libro. En lo que me ha tocado acompañar a hijos y mamás de niños con necesidades especiales creo que tal cual el camino es la empatía...solo así se siente la aceptación del otro, y lo que es increible es que cuando empatizas resulta que te sientes más necesitado tu que el que tenía supuestamente la necesidad, y es que eso es la empatía: encontrarnos con el corazón humano de otro ser humano...es maravillosos es como poder ver por un momentito cómo nos mira Dios, profundamente humanos y asi nos acepta. Un abrazo!, Pilar


  8. Delia Gámez Says:

    Fíjate Pilar
    Que el comentario que haces que cuando empatizas tienes más necesidad tu que el otro, y eso me recuerda algo que lo que vemos en el otro es lo mismo que tenemos nosotros, como que son nuestro espejos, y creo que hablando de unidad, todo el genero humano deberíamos empatizar unos con otros, porque todos somos parte una mismo y como parte de un todo...y si creo que así es como DIos nos mira, perfectos, es decir Dios no nos quiere de otra manera...sino como somos.
    Felicidades por el buen tiempo que esta viviendo la familia, recibe un abrazo con todo cariño.


  9. ceci vega Says:

    Amigas Perrunas:
    Me conmovió mucho el artículo acerca de meternos en la piel de nuestros hijos, para mí ha sido uno de los grandes retos de mi vida, yo siempre he dicho que como profesionista y tal vez como ser humano he tenido varias tareas en mi vida, pero ninguna tan difícil y de tanto compromiso como el ser madre. Cada día que pasa me sorprendo de las lecciones que recibo de ellos y procuro aunque la mayoría de las veces no lo logre ponerme en sus zapatos, creo que lo que necesito es amarlos incondicionalmente, pero que difícil es hacerlo, puedo sentirlo, pero a veces se me dificulta expresarlo, es que a veces el fantasma del miedo se apodera de mí (miedo a equivocarme, a tomar decisiones, a agarrar el toro por los cuernos)' en fin, es un proceso en el que voy caminando y me voy reconstruyendo...
    saludos a todas las perritas reflexivas!


  10. Delia Gámez Says:

    Ceci
    me quedó conla frase que dices al final, vamos caminando y reconstruyendonos, creo que de eso se trata, de crecer, de desarrollarnos comopadres, y el otro día comentabamos que a través de las personas nos desarrollamos, aprendemos, y crecemos, entonces a través de nuestros hijos es igual, solo que a través de ellos nos duele, nos da miedo, coraje, en fin todas las emociones en sun sólo niño, que difícil es a veces, pero gratamente reconfortante la mayoría del tiempo, ponernos en los zapatos de nustros hijos, eso implica dejar los nuestros, y es a lo que nos resistimos, dejar nuestra postura...amigas un abrazo a todas...


  11. ceci vega Says:

    Delia, en verdad nos motivo y caló este tema acerca de empatizar con nuestros hijos, hay momentos en los que sientes que estás logrando una buena empatía y otros en los que parece que las cosas se atoran,que no avanzas y coincido contigo que son las resistrencias y temores que tenemos al cambio.