“Somos lo que pensamos. / Todo lo que somos surge con nuestros pensamientos. / Con nuestros pensamientos construimos el mundo. / Habla o actúa con mente impura / y los problemas te seguirán / como sigue la carreta al buey ensimismado. / Somos lo que pensamos. / Todo lo que somos surge con nuestros pensamientos. / Con nuestros pensamientos construimos el mundo. / Habla o actúa con una mente pura / y la felicidad te seguirá / como tu misma sombra, inseparable”.
La mente impura y las impurezas mentales se refieren a lo que el budismo llama “irritantes síquicos”, esos predominios negativos de la conciencia humana que pueden ser descritos sucintamente como el odio, la avidez y la ignorancia: obstáculos inmensos y afectaciones profundas que infiltran tóxicamente los procesos emocionales y cognitivos del sujeto. El budismo, que es una ciencia del espíritu antes que una filosofía o una religión, ofrece una terapéutica para el ser humano donde se describe la causa de su enfermedad existencial, se establece el diagnóstico, se instrumenta la curación y se aplica el tratamiento, a partir de una verdad objetiva que a la letra dice: “Si la mente es comprendida, todas las cosas son comprendidas”.
En esta terapéutica superior, accesible para cualquiera que esté dispuesto a explorarla, se enseñan tres cosas esenciales: a conocer la mente, que tan cerca está y que tanto se le desconoce; a formar la mente, que tan difícil de manejar es y tan manejable puede ser; a liberar la mente, que tan esclavizada está y que, sin embargo, puede obtener su libertad aquí y ahora. No hay intermediarios, revelaciones o dogmas requeridos para tales afanes pues son personales, empíricos y concretos. Implican una constatación que en nuestra cultura materialista, una cultura de la victimización constante, resulta inaceptable: el mundo, nuestro mundo, es meramente una construcción que depende solamente de uno mismo, de su propia mente, así se atribuya siempre a los otros, al exterior.
Uno de los teólogos católicos más renovadores de los últimos años, Miceal Ledwith, afirma que “creamos nuestra propia realidad cada día, aunque lo encontramos muy difícil de aceptar, pues no hay nada más exquisitamente placentero que culpar a otros por nuestra manera de ser: es la falta de él o de ella, es el sistema, es Dios, son mis padres. Cualquiera que sea la forma en que observemos el mundo a nuestro alrededor, justamente en eso se convierte. Y la razón por la que mi vida, por ejemplo, carece tanto de alegría y felicidad y realización, es que mi propia perspectiva carece precisamente de esas cosas”.
Somos lo que pensamos, y como pensamos vemos, sentimos, amamos, morimos. No es esoteria, fantasía New Age o receta de auto-ayuda. Ya decía George Bernard Shaw que la vida no tiene que ver con encontrarse a uno mismo sino con crearse a uno mismo. Y la mente propia es el único maestro para tal misión: salir de la niebla del sueño y estar completamente despierto. Ser lo que se piensa, pero haber aprendido a purificar la mente para pensar.
Fernando Solana Olivares
La mente impura y las impurezas mentales se refieren a lo que el budismo llama “irritantes síquicos”, esos predominios negativos de la conciencia humana que pueden ser descritos sucintamente como el odio, la avidez y la ignorancia: obstáculos inmensos y afectaciones profundas que infiltran tóxicamente los procesos emocionales y cognitivos del sujeto. El budismo, que es una ciencia del espíritu antes que una filosofía o una religión, ofrece una terapéutica para el ser humano donde se describe la causa de su enfermedad existencial, se establece el diagnóstico, se instrumenta la curación y se aplica el tratamiento, a partir de una verdad objetiva que a la letra dice: “Si la mente es comprendida, todas las cosas son comprendidas”.
En esta terapéutica superior, accesible para cualquiera que esté dispuesto a explorarla, se enseñan tres cosas esenciales: a conocer la mente, que tan cerca está y que tanto se le desconoce; a formar la mente, que tan difícil de manejar es y tan manejable puede ser; a liberar la mente, que tan esclavizada está y que, sin embargo, puede obtener su libertad aquí y ahora. No hay intermediarios, revelaciones o dogmas requeridos para tales afanes pues son personales, empíricos y concretos. Implican una constatación que en nuestra cultura materialista, una cultura de la victimización constante, resulta inaceptable: el mundo, nuestro mundo, es meramente una construcción que depende solamente de uno mismo, de su propia mente, así se atribuya siempre a los otros, al exterior.
Uno de los teólogos católicos más renovadores de los últimos años, Miceal Ledwith, afirma que “creamos nuestra propia realidad cada día, aunque lo encontramos muy difícil de aceptar, pues no hay nada más exquisitamente placentero que culpar a otros por nuestra manera de ser: es la falta de él o de ella, es el sistema, es Dios, son mis padres. Cualquiera que sea la forma en que observemos el mundo a nuestro alrededor, justamente en eso se convierte. Y la razón por la que mi vida, por ejemplo, carece tanto de alegría y felicidad y realización, es que mi propia perspectiva carece precisamente de esas cosas”.
Somos lo que pensamos, y como pensamos vemos, sentimos, amamos, morimos. No es esoteria, fantasía New Age o receta de auto-ayuda. Ya decía George Bernard Shaw que la vida no tiene que ver con encontrarse a uno mismo sino con crearse a uno mismo. Y la mente propia es el único maestro para tal misión: salir de la niebla del sueño y estar completamente despierto. Ser lo que se piensa, pero haber aprendido a purificar la mente para pensar.
Fernando Solana Olivares
Que artículo tan mas interesante, y oportuno, es mucho de lo que hemos venido aprendiendo ultimamente, en laparte que dice que que el mundo depende solamente de uno mismo, y yo creo en eso, la manera en que vemos las cosas o tomamos un suceso, tengo una amiga que dic que padecemos de "otrosis aguda", es decir los otros siempre nos hacen las cosas o tienen la culpa de los que nos pasa y no tomamos la responsabilidad, y todo esta en uno mismo,en como quieres ver el mundoq ue nos rodea, excelente visión de solana, gracias
Delia, Fernando Solana es quién me ha convencido de voltear hacia el pensamiento oriental, mucho más como una filosofía de vida que como la cura milagrosa de todos los males. No me gusta que me la vendan como "cura milagrosa", sin embargo, si creo que es una verdadera alternativa de vida espiritual honesta, congruente y enriquecedora.
Celia, estoy de acuerdo contigo porque nada es panácea y no todo es para todos, hay quien encuentra un modo de vida a través de un camino y otros no y visceversa, las curas milagrosas no es lo que debemos buscar, sino la evolución. Veo muy enriquecedor que a nuestras vidas de diferente manera, por diferentes medios esta llegando la oportunidad de desarrollarnos espiritualmente, recibe un abrazo y hasta la próxima
SOMOS LO QUE PENSAMOS.....QUE MARAVILLA!!!
UNA FRASE PARA TENER EN CUENTA TODOS LOS DÍAS Y TODO EL DÍA PARA ASÍ "REENCAUSARNOS" CUANDO NUESTRO CAMINO PIERDA UN POCO LA LÍNEA QUE NOS HEMOS TRAZADO.
UN BESO
GUAU PERRACAS ESTAN MUY INTENSAS Y PROFUNDAS Y ME GUSTA MUCHO LO QUE ELIGEN, CELIA TIENES UN TINO BUENISIMO PARA ELEGIR.
SI LEI BIEN EN OTROS COMENTARIOS DECIA ALGO DE TU HIJO...¿ME PERDI DE ALGO?, NO SUPE...
TENGO POR AHI UN LIBRO QUE HACE UNA COMPARACION INTERESANTE ENTRE LO ORIENTAL Y OCCIDENTAL LUEGO SE LOS MUESTRO, PILAR.
Amigas Perritas:
Ahora si me tienen con el ojo cuadrado con la intensidad que estamos alcanzando, esa es una de las tantas cosas que nos une.
El artículo me encantó, como podrás darte cuenta, estos temas me apasionan y estoy de acuerdo con Solana en que no es esotería barata, realmente creo que la calidad de nuestra vida depende de la calidad de nuestros pensamientos, esto nos hace libres de construirnos a cada momento, y como dice mi amiga graciela de reencauzarnos.
pilar: me encantaría conocer el libro que mencionas de oriente y occidente,
saludos a todas